Ya no pisa la tierra tu rey,Used

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Product DescriptionEs jueves y don igo detiene su caballo ante nuestro convento, trepa los muros de calicanto, atraviesa el patio de los naranjos, recorre el claustro a grandes zancadas y se introduce en la celda de una de las novicias. Se trata de una nia de una hermosura tierna y felina, con una piel blanca que exhala un suave aroma a monda de manzana. Cuando la abadesa Violante es alertada, siente removrsele el corazn pero acude a la celda con mucho aplomo para esperar ante la puerta. Media hora despus sale el marqus masticando pelos, abotonndose el cuello de la camisa. Durante unos instantes, la abadesa posa su mirada en l: es una mirada inmvil que lo abarca de la cabeza a los pies. Luego lo engancha por el brazo, le acompaa hasta la salida con su mejor sonrisa, as es que... , volvemos a verle por aqu, don igo, as es, abadesita, pues vaya con Dios, con Dios ir, hasta que lo ve torcer la esquina sobre su caballo, desaparecer trotando por la calleja. Entonces, abrindose paso a empellones entre nosotras, la abadesa regresa a la celda. All, tumbada sobre su catre, est la novicia, el hbito de buriel spero remangado hasta la cintura y haciendo la tijereta con las piernas en alto mientras, s, no, me quiere no me quiere, deshoja la margarita que el marqus le ha entregado.A travs de la perversa (y, a la vez, inocente) mirada de unas monjas que juegan a no ser monjas, construye Cristina SnchezAndrade este original relato en el que la estrecha vida conventual contrasta con los excesos de la vida palaciega. Una abadesa excntrica y resentida, cuya misteriosa muerte es anunciada desde las primeras pginas, un fraile que ha agotado su vida buscando a Dios por la va de la razn, un marqus pendenciero, su esposa, doa Hilda, que va al convento a jurar su virginidad, un extrao lacayo que hace pelotas de papel, una cocinera que aspira a ser marquesa y, finalmente, el Rey que ya no pisa la tierra, son otros de los personajes que van entretejiendo esta intrigante historia.Una novela poco (o nada) convencional, escrita con una prosa sensual y lrica, en la que la soledad, el desamparo del hombre, la dura tarea de ser, la libertad y la bsqueda de la identidad personal aparecen como teln de fondo.Book DescriptionEs jueves y don igo detiene su caballo ante nuestro convento, trepa los muros de calicanto, atraviesa el patio de los naranjos, recorre el claustro a grandes zancadas y se introduce en la celda de una de las novicias. Se trata de una nia de una hermosura tierna y felina, con una piel blanca que exhala un suave aroma a monda de manzana. Cuando la abadesa Violante es alertada, siente removrsele el corazn pero acude a la celda con mucho aplomo para esperar ante la puerta. Media hora despus sale el marqus masticando pelos, abotonndose el cuello de la camisa. Durante unos instantes, la abadesa posa su mirada en l: es una mirada inmvil que lo abarca de la cabeza a los pies. Luego lo engancha por el brazo, le acompaa hasta la salida con su mejor sonrisa, as es que... , volvemos a verle por aqu, don igo, as es, abadesita, pues vaya con Dios, con Dios ir, hasta que lo ve torcer la esquina sobre su caballo, desaparecer trotando por la calleja. Entonces, abrindose paso a empellones entre nosotras, la abadesa regresa a la celda. All, tumbada sobre su catre, est la novicia, el hbito de buriel spero remangado hasta la cintura y haciendo la tijereta con las piernas en alto mientras, s, no, me quiere no me quiere, deshoja la margarita que el marqus le ha entregado.A travs de la perversa (y, a la vez, inocente) mirada de unas monjas que juegan a no ser monjas, construye Cristina SnchezAndrade este original relato en el que la estrecha vida conventual contrasta con los excesos de la vida palaciega. Una abadesa excntrica y resentida, cuya misteriosa muerte es anunciada desde las primeras pginas, un fraile que ha agotado su vida buscando a Dios por la va de la razn, un marqus pende

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